Los países subdesarrollados se destacan principalmente por tener un pueblo indisciplinado, gozador e irrespetuoso con sus mismos conciudadanos. Y, probablemente, una de las razones ocultas por la cual se han vendido estos “carnavales de la cultura” son para mirarnos en el espejo y vernos como realmente somos. En realidad, estos carnavales son “lo peor de lo nuestro”.
El progresismo, la neo-izquierda huérfana post caída del muro de Berlín, siempre se ha declarado cercana al “pueblo”. Recordemos que cuando fue electa presidenta la progresista Bachelet afirmó que “cuando la izquierda sale a la calle, la derecha tiembla”. Y siempre tuvo la razón.
Por eso, estos carnavales populares hacen temblar las calles y avenidas de Chile por medio del desorden, la violencia y permitiendo que se exprese el malestar de un grupo de resentidos que se expresan atacando los bienes de uso público y la propiedad privada. ¿Y qué le importa al progresismo la propiedad privada si han sido educados en denigrarla?.
Nuestro pueblo no tiene aún las características que requerimos para ser un país en vías de desarrollo, sino que nos sobra para ser un país subdesarrollado por varias generaciones más. Si pensamos que una generación corresponde a 30 años, la pésima educación está hipotecando el futuro de Chile a pasos agigantados. Por lo tanto, trabajando fuertemente hoy con los niños en edad preescolar para inculcar el respeto al trabajo bien hecho, la responsabilidad y el compromiso, tardaremos 50 años (30 años más 20 años de ajuste debido a las generaciones actuales) en lograr pisar la cola de los más desarrollados. Es decir, el 2060 podríamos llegar a la meta.
Por mientras, continúan egresando cada año de nuestro sistema educativo una tropa de incultos e incultas, flojos, de malos hábitos, pésimo lenguaje, irresponsables, gozadores e indolentes. Por eso, estas generaciones con las peores calificaciones educativas y morales, busca expresarse de una manera cortoplacista y sensualista en ver la vida. Y están los carnavales.
“La vida es para gozarla”. Esta es una afirmación habitual en nuestro pueblo, y solo pensemos como se desbandó el país con motivo de la celebración del bicentenario. Por cierto, la vida debe disfrutarse pero en su justa medida y como resultado de poner el máximo esfuerzo en mejorar nuestra calidad de vida y la de nuestra familia.
Con una educación cada vez con peores resultados, no extraña que estos carnavales sean el espejo de nuestra alma nacional.
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