La respuesta de un intelectual, francés atípico, a los predicadores fanáticos del antiliberalismo.
Por Ricardo Medina Macías
En su magnífica serie de artículos de los viernes, Isaac Katz ha definido con precisión las profundas diferencias del verdadero liberalismo respecto de las posiciones que suelen llamarse de izquierda y de derecha. Como bien anota Katz izquierda y derecha se suelen hermanar en su antiliberalismo.
Algo similar señala el sociólogo francés Raymond Bourdon, profesor de la Universidad de la Sorbona, en un ensayo que ha causado escozor entre los bien-pensantes de su país: "Por qué a los intelectuales no les gusta el liberalismo".
Hoy, cuando en Iberoamérica algunos políticos aldeanos emiten condenas contra el liberalismo valdría la pena retomar algunas de las opiniones de Bourdon que resultan particularmente reveladoras. El profesor Bourdon habla de Francia y de sus intelectuales, desde luego, pero sus palabras ayudan a esclarecer qué hay detrás de esos fervorines fanáticos contra el liberalismo, que se dictan desde el púlpito de los políticos.
Se le pregunta a Bourdon: "- ¿Francia es un país liberal?". Y responde:
En Francia no saben qué es el liberalismo, porque a él se opone una importante tradición (?) que es la tradición centralizadora, que se conoció primero durante la monarquía absoluta, luego con el jacobinismo y, finalmente, con el bonapartismo. Durante estos períodos de la historia se impuso lo que Tocqueville llamaba la temible ?centralización administrativa?. Es una tradición que se remonta a varios siglos. Los que trabajan para el Estado tienen sólo eso en mente: son centralizadores y partidarios del estatismo. Piensan que cuando hay un problema sólo el Estado puede tener la solución.
- ¿Incluso la derecha?
En la derecha no son liberales, por una razón de tradición de la monarquía absoluta bonapartista y partidaria del estatismo. En la izquierda no son liberales porque siguen con la lógica de la lucha de clases (...)Consecuencia, no hay liberales en Francia.
Y Bourdon pone un ejemplo reciente que, visto desde Ibeoamérica donde se sigue viendo en los medios intelectuales a Francia como la cima de la sabiduría, es más que revelador. Se le pregunta por qué hay resistencia de los políticos a realizar reformas profundas:
Tomemos como ejemplo el gobierno francés. Hoy ocupa su tiempo discutiendo con líderes sindicales. Uno se pregunta quién es el más fuerte. ¿El líder sindical? ¿Qué representa? Nada, en la medida en que el sindicalismo sólo está instalado en el sector público. Hay muy poca sindicalización en el sector privado. ¿Qué hacen los líderes sindicales? Se contentan con luchar para conservar sus derechos. Esto se llama una democracia, pero lo asimilo más bien a un régimen zarista, un ejecutivo por un lado y, por el otro, los señores feudales. El único problema que preocupaba al zar era lograr un acuerdo con los señores.
Dicen que el mundo es un pañuelo. Sin duda dicen bien.
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